Cuando mi caballo cayó en una trampa de lodo, su peso provocaba aplastamiento de órganos internos, lo que era un riesgo para su vida. Mi abuelo y tíos que vivían en el rancho fueron por algunas cuerdas y lo amarraron como pudieron para sacarlo, no se cuanto tiempo duraron. Algunos vecinos que se dieron cuenta acudieron a auxiliarlos. El equino empezaba a temblar y a transpirar vapor, hubo quién dijo que sería mejor sacrificarlo para evitar el sufrimiento del animal. Yo sorprendido volteo a ver a mi tío, el solo suspira. Mi abuelo frunce el entrecejo y dice: “No es la hora del animal”. Unos jalaron, otros empujaba y el resto sacaba lodo del pozo. Mi caballo murió de viejo.
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