Amor no es una palabra demasiado fuerte, de hecho, resulta insuficiente para describir lo que Salvadori siente por Venecia. No sólo es el director de turismo y promotor de la tradición de la ciudad: es su defensor. Si Salvadori pudiera ordenarlo, de todos los balcones colgarían geranios (con ello en mente, distribuyó 3 000 plantas). En una ocasión, cuando cenaba en un restaurante junto a un canal, se inclinó sobre una mesa para reprender a un gondolero por cantar “O sole mio”, canción napolitana, no veneciana.
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