lunes, 7 de septiembre de 2009

Nada.

Cuando el Papa Pío VI mando una bula de excomunión a Napoleón Bonaparte por los varios pecados cometidos en agravio de la población europea, Napoleón mando postrar sobre la playa francesa un centenar de cañones. “¡Fuego, fuego!” dando la orden para que los cañones dispararan hacia la capital Italiana. “Pero Napoleón, ¿crees que los cañonazos lleguen en verdad hasta Roma y más aún que hagan algún daño?”. No –contesta sereno- Pero es para mostrarles que lo mismo me hace con su excomulgada. ¡Fuego!.

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